A raíz de varias
conversaciones y lecturas, últimamente me he topado una y otra vez con el tema
de las provocaciones y la falta de obediencia por parte de la sumisa, lo que
hace que los Dominantes que las frecuentan se lo piensen dos veces a la hora de
ponderar sus aptitudes para la sumisión. He de confesar que mi sorpresa es
mayúscula cada vez que un Dominante dice que quiere algo estable e intenso,
para afirmar seguidamente que lo que más aprecia es la obediencia y docilidad
que, por supuesto, tienen que venir de serie porque, ¿qué clase de sumisa
poseerían si no? Pues… la verdad… lo siento pero algo se me escapa entremedias.
Dentro de las múltiples
maneras de vivir el bdsm, personalmente encuentro, muy a grandes rasgos, dos grupos:
los que viven su rol con una persona en particular como algo limitado en el
tiempo, es decir: quedamos, tú mandas, yo obedezco, pero si luego sale la fiera
que llevo dentro, ya no estamos en sesión, ya no interpretamos un papel, así
que aquí paz y después gloria. Y la otra, aquella en la que el rol entre las
dos personas se mantiene de forma continuada, lo cual no quiere decir que esté
siempre ejerciéndose, pero sí que está latente. Que aunque de una forma más
relajada, se siguen cuidado las formas, los gestos, el tono de voz, los
detalles. Sin entrar en si esto último sería lo que algunos entienden por una
relación 24/7 (cada uno lo verá de una manera y tampoco considero que sea de
capital importancia para el tema tratado), hablo fundamentalmente de dos
personas que han establecido entre ellas una forma de relacionarse que siempre
es Dominante/sometida, no sólo motivada por un pacto previo, sino por una
autoridad interiorizada por ambas partes que impregna por completo la relación,
si bien dicha autoridad se manifiesta de forma más o menos acusada según las
circunstancias. En los dos casos existe la posibilidad de que la sumisa muestre signos de
rebeldía, sin embargo… ¿es en ambos casos una provocación? Y de ser así ¿es
siempre premeditada, racional? ¿Cuál es el origen y la finalidad de este
comportamiento?

La diferencia entre un caso
y otro radica, desde mi punto de vista, en el nivel de intimidad de la sumisa
al que el Dominante quiera acceder, y al que la sumisa quiera (y consiga)
llegar a dar acceso. Si la relación D/s está limitada al ámbito de las sesiones, será
considerablemente más fácil para la sumisa comportarse dócilmente, ya que los
momentos se pactan de antemano, e independientemente de si los participantes de
conocen mucho o poco, a priori parece más fácil mostrar sumisión durante un
tiempo limitado y más o menos previsto de antemano, que hacerlo en los momentos
en los que no te apetece, has tenido un mal día, estás cansada, etc. En este
caso, las provocaciones que se den, se deberán en su mayoría (o al menos así lo
veo), por una voluntad de crear un duelo
de tira y afloja por parte de la sumisa, que el Dominante podrá tolerar o no en
función de si disfruta de este tipo de batallas y de lo que espera obtener de
la sesión. Para gustos, colores. En este caso, la puntualización de “no me
gustan las sumisas que provocan” podría entenderse como una preferencia de juego más, como
una opción. Como el que dice que prefiere tales prácticas a tales otras.
Sin embargo, ¿qué sucede en
caso de que el Dominante quiera explorar todos los rincones del alma de su
sumisa? ¿Es realista esperar que una persona se someta de buenas a primeras y
sin rechistar jamás a los designios de su Amo? Y en caso de ser así ¿cómo
sabría éste que la habría dominado, que la habría domado porque es Él y no
cualquier otro? Personalmente, considero que, de forma inevitable, en este caso
se darán manifestaciones de rebeldía bastante más contundentes que en el caso
anterior, pero no ya provocadas por un afán “juguetón”, sino por el instinto
más fuerte de todos: el instinto de supervivencia. Sería iluso
pensar que hay quien no tiene temores, traumas e incoherencias, por muy
fuertes, decididas y seguras que parezcan algunas personas. Precisamente por
este motivo, parece lógico que una persona se resista a que otra penetre los
rincones más celosamente salvaguardados de su interior pues, el acceso a estos,
la hace forzosamente vulnerable. Es en este punto donde la sumisión se
hace extremadamente difícil. Donde, por un lado, quieres deshacer todos esos
nudos pendientes con otra persona para obtener algo manejable sin
incoherencias pero, por otro, no puedes evitar
el impulso de reservarte parcelas como refugio seguro en caso de emergencia.

Y aquí es donde hacen gala
de aparición la rebeldía y el desafío, pero no de forma premeditada, sino
porque desaprender lo aprendido para sobrevivir en la jungla diaria en la que
nos manejamos, e interiorizar un grado de confianza tan alto hacia otra
persona, sólo puede darse mediante una espiral de retroalimentación en la que
el Dominante va ganándose la confianza de la sumisa demostrándole que no va a
utilizar ese privilegio informativo sino de forma constructiva para ambos, y
ésta a su vez va entregando poco a poco la llave de sus accesos más recónditos
al Dominante.
Y… ¿cuál sería el camino para
conseguir esto? Teniendo en cuenta que a las fórmulas mágicas las suele traicionar el tiempo, y que cada pareja tendrá sus códigos, en líneas muy generales y únicamente a título de conclusión personal, me atrevería a apuntar hacia una fuerte voluntad y
equilibrio razón-intuición por parte de la sumisa, y una gran claridad de ideas
y firmeza por parte del Dominante que, aunque debe tener una gran empatía para
obtener de su sumisa la información que necesita y comprenderla, también debe
poseer mucha decisión para que no le tiemble la mano a la hora de erradicar
este tipo de comportamientos indómitos, aplicando a menudo medidas que no serán
del gusto o la apetencia de la sumisa en ese momento. Pero… ¿no es eso lo que
en el fondo quieren los dos, aunque por momentos y sólo aparentemente no sea
así? A la larga, esta sucesión de
batallas ganadas, aunque en la inmediatez no parezcan victorias dulces, son las
que a mi parecer van estableciendo y reforzando el sentimiento de Dominio y sumisión. Las que permiten ir eliminando las aristas para dar paso a formas que puedan adaptarse y fluir, encaminadas siempre hacia el afinamiento de un proyecto común.

Como siempre, cualquier
petición puede ser válida mientras sea coherente con lo que se ofrece y se
pretenda obtener a través de ella.